Comentario
La mayor parte del territorio indio está afectado por un clima monzónico-tropical, lo que constituye un condicionante clarísimo para su agricultura. El clima monzónico proporciona dos estaciones: una húmeda y calurosa, con lluvias abundantes y a veces torrenciales, y otra muy seca. El monzón sopla desde el mar Arábigo y barre el país entre junio y julio. En el mar de Bengala se carga de humedad y de masas de aire cálido y vuelve al mar Arábigo entre septiembre y octubre, descargando grandes masas de agua sobre la península India. Las precipitaciones, abundantes, transforman el paisaje seco y árido en un entorno verde y frondoso, muy apto para la agricultura.
La importancia del clima monzónico se pone aún más de manifiesto cuando se observa que el 80% de la población india vive de la agricultura. El monzón permite la existencia de dos cosechas anuales y acumular una reserva de agua suficiente para las temporadas siguientes.
El monzón, pese a la violencia de sus descargas, que provoca muchas catástrofes, es vivido como un alivio, pues permite abandonar la aridez de la estación seca y da nueva vida al suelo y los hombres. No es de extrañar, entonces, que el clima monzónico sea una referencia constante en el pensamiento indio, en el que la exuberante sensualidad -como la que provoca el monzón en la vegetación- y la visión circular del tiempo y la historia -como el mismo monzón, repetido año tras año- son argumentos centrales. Por último, la abundancia de alimentos que provoca el monzón hace que lo vegetal adquiera un papel protagonista en la vida de los indios, pues no sólo las cosechas marcan el calendario festivo y forman parte del ritual, sino también es la materia prima para la construcción de viviendas y la base alimentaria de una población mayoritariamente vegetariana.